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El solitario hombre
se esforzó tanto
en prender una fogata
en medio de la playa.
Cuando las llamas nacieron,
las miró con atención,
minuto a minuto consumían
las pocas ramas que recogió.
Y al darse cuenta
que las llamas se extinguían,
se concentró en sus pensamientos
y sin dudarlo los arrojó.
El fuego se alzó excelso,
y siguió arrojando
sus dudas, sus recuerdos,
sus ideas y razonamientos.
El incendio se hizo incontenible,
y se arrojó él también,
se hizo uno con el fuego
y al apagarse, él se fue.