(viene del capítulo anterior)
Durante el largo recorrido de dos horas, Constanza no dejó de mirar a Lucho. Algunas veces en el trayecto, la miraba y ella sonreía, solo para demostrarle que se encontraba más cerca aún de lo que parecía. Esto incomodó por momentos al joven, quien prefería mantener la vista fija hacia la camioneta que iba adelante.
Finalmente, llegaron a la capital de provincia y se estacionaron en la esquina de un bar. Bajaron todos de las camionetas. Constanza entró al bar junto con Rodolfo y detrás de ellos iban González y el otro guardaespaldas.
El que hacía de chofer le dejó las llaves de la camioneta a Lucho “por si fuera necesario” y entró también en el bar. Algo contrariado por la decisión, Lucho se quedó fuera del coche, caminando cerca mientras fumaba un cigarrillo.
Media hora después, salió la chica con cara de pocos amigos. “¿Y el patrón?”, preguntó él confundido con la situación. “Se fue a conversar de negocios a la oficina del dueño de bar”, Constanza respondió con marcado aburrimiento y después le pidió un cigarrillo.
Lucho estaba por prender lumbre cuando unos disparos se escucharon desde el interior. Encendió la camioneta y le gritó a la chica: “entra rápido, vámonos”. Constanza no lo pensó dos veces y subió, dejando atrás a Rodolfo y González mientras escapaban raudos por la avenida principal.
(continúa)