Micaela caminó hasta la esquina para encontrarse con Katy y sus amigos. “¡Qué linda estás!”, le dijo su amiga mientras la abraza con mucha alegría. Mica le devolvió el elogio y saludó a Miguel y Gino. “Se te ve muy bien”, agregó Gino como para justificar su embobada mirada.
Las chicas rieron un rato ante la gracia surgida, y decidieron para un taxi para que los lleve a una discoteca. Los cuatro se vacilaron de lo lindo bailando y tomando hasta que a eso de las cuatro de la mañana, Mica se tomó el estómago y se fue corriendo al baño. Movida como por un resorte, Katy la alcanzó y vio a su amiga vomitar sobre el lavadero.
“Ya tranquila, ya fue”, le dijo Katy mientras le mojaba el rostro y la cabeza para refrescarla. Una vez que se sintió mejor, Katy les avisó a los chicos para irse, colocó el brazo de Mica sobre su cuello y salieron caminando despacio del lugar.
Llegados a la acera, Katy cometió la imprudencia de dejar a su amiga sentada al borde. “Espera un minuto, ya vengo por estos pesados”, dijo y corrió al encuentro de Miguel y Gino que se habían quedado atrasados por su estado etílico. Mica se levantó con dificultad y comenzó a caminar tambaleante sobre la pista.
“Me siento bien, me siento bien”, se repetía sin coherencia, cuando unas luces la iluminaron de pronto. Sintió el viento rozar su espalda y unas manos sujetarla suavemente. El auto pasó apenas a su lado, mientras ella se abraza a un desconocido. Mica levantó la mirada. “Eso estuvo cerca”, dijo el desconocido mirándola con ojos penetrantes y con una sonrisa radiante.