Pepe y Diego entraron directamente en la oficina de Jordán. El viejo periodista se encontraba respondiendo una llamada, la misma que cortó de inmediato: “Te llamo luego. Adiós”, dijo a su interlocutor y colgó.
Saludó efusivamente a ambos y los invitó a sentarse. “Y bien muchachos, ¿qué me han traído hoy?”, preguntó mientras sus ojos brillaban. Le quedó claro que, si entraron así en su oficina, era por una primicia demoledora.
Pepe reprodujo los audios en la grabadora. A cada reveladora frase de los involucrados en la cinta, Jordán se ponía más contento. “Así que Fidel Romero y José Soria son compadres, lástima que uno sea ministro y el otro proveedor del Estado”, enfatizó el redactor en jefe, reconociendo las voces y levantándose de su asiento.
“Vayan muchachos, empiecen a transcribir”, les ordenó Jordán con una gran sonrisa. Ni cortos ni perezosos, Pepe y Diego salieron de la oficina a trabajar la noticia.