Jorge le explicó a la otra recepcionista que había venido hace unos días a pasar una entrevista, y describió a Áurea tal como lo recibió aquel día. Acertó a pasar en ese momento el encargado que le realizó la entrevista, por lo que Jorge lo detuvo de inmediato.
Jorge le recordó el día que vino y le preguntó qué había sido de Áurea. “No lo sé”, respondió con tremenda sequedad, “fue una recepcionista temporal”. Quiso seguir preguntándole dónde la había reclutado, si guardaba su número o su dirección.
Todo lo que recibió por respuesta fue un empellón que lo sacó de la oficina. Decepcionado, salió del edificio y comenzó a caminar sin rumbo. “Me engañó”, se dijo a sí mismo mientras la oscura depresión se apoderaba de su interior. Lento y pausado, pero firme, sus pasos lo guiaron hasta el malecón.