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No entiendo ya cómo me miras,
cómo la del lunes resulta ser
tan fastidiosa como la del viernes,
cómo esos ojos que se expresan
de pronto evaden sin rubor,
cómo esos oídos son sordos
cuando no quieren escucharme,
cómo esos labios que besan
mienten ahora por conveniencia.
Y por eso me sorprende tu insistencia,
me confunde tu histrionismo,
me arrebata tu necia perseverancia.
Y me hace preguntarme
para que quede constancia:
Para qué me pides que esté contigo
si ya ves que te conozco tan bien.