Noche lúgubre (capítulo cuatro)

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(viene del capítulo anterior)

Aún un tanto asustado por lo ocurrido, Carlos avistó un taxi cerca de allí y lo alcanzó. Para su suerte, está vacío y le pide al taxista que lo lleve a su casa. Una vez llegado a su hogar, se dirige directamente a su habitación. Hasta su cama, donde se echa con la ropa puesta.

Cualquiera diría que es hora de dormir, pero no puede. Siente tanto en su cerebro saber que tiene un puñal en sus manos, que es como si pesara más de lo creíble. “Esto no puede estar sucediendo”, se dice para sí intentando olvidar que esa caja está en sus manos, sin poder lograrlo.

Finalmente se duerme. El sol de la mañana de un tibio sábado se presenta como rayos por su ventana. Ha llegado el día en que tendrá que cumplir su destino. “Ojalá y la noche llegue rápido. Ojalá y esto termine pronto”, repite una y otra vez en su interior, resignado a lo que venga.

(continúa)

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