(viene del capítulo anterior)
Las flechas lanzadas agarraron por sorpresas a varios de los soldados, diezmando a la avanzada y obligando a los sobrevivientes a guarecerse detrás de los árboles. “Petreos, ¡avanza!”, ordenó el rey Eduardo al ver el desastre en que se había convertido.
Pero Petreos no contestó. En su lugar, ordenó sus caballeros avanzar formando una línea recta en dirección al bosque. La sonrisa del rey se desvaneció al ver cómo los refuerzos se quedan parados a una importante distancia y no hacen nada por ayudarlos.
La lluvia de flechas termina y Eduardo decide retroceder y huir con sus hombres. Llegan hasta la línea de Petreos, pero él no les deja pasar: sus soldados blanden sus espadas como si esperasen un ataque. “¿Por qué Petreos?”, dijo el rey sin entender la actitud de su aliado.
(continúa)