(viene del capítulo anterior)
Una de las enfermeras le comentó que la había dejado un rato sola para que se pudiera cambiar y, luego de unos minutos, al abrir la puerta, ya no estaba dentro. Flores se encontró desconcertado con la actitud de la víctima; fue por eso que dispuso que la habitación fuera acordonada para buscar pistas de su escape.
Los resultados preliminares tampoco fueron alentadores. “No hay ninguna pista biológica que nos pueda ayudar”, reconoció uno de los forenses al detective cuando pidió una opinión. El detective Flores no entiende cómo es posible que una persona desaparezca de un espacio cerrado sin dejar marca. Silva, en cambio, decidió ser más práctico.
Se acercó a uno de los forenses y consultó si tenían fotos de la chica, del día que ella llegó al nosocomio. Como la respuesta fuera afirmativa, Silva le dijo a Flores que iba a buscar las imágenes y que se las mostraría luego. El detective aceptó y se quedó con los especialistas hasta que terminaron su labor y empacaron sus cosas para salir.
Tres horas más tarde, siendo conducido en uno de los patrulleros, el detective recibió una llamada de Silva. “¿Tienes en tus manos el cuaderno de dibujo?”, le inquirió emocionado. “Así es”, respondió Flores. Entonces Silva le pidió que lo trajera a la comisaría: “estamos a punto de resolver el caso”, señaló.
(continúa)