(viene del capítulo anterior)
“Roberto, mira, quiero decirte que…”, empezó a decir Jorge antes de verse interrumpido por un furioso derechazo que lo lanzó al piso. “Qué carajos tienes que explicarme, ¡no te quiero ver más!”, respondió Roberto totalmente triste y molesto y, antes de retirarse, tiró algo al costado de Jorge.
Él se incorporó con dificultad y miró lo que había dejado caer: era su cuaderno de anotaciones. Se dio cuenta que el ardid tramado por Nati fue una excusa para sacarlo de su casa y poder buscar las pruebas de su cambio de actitud. “Pero, ¿cómo pudo conseguirlo si estuvo conmigo?”, se preguntó confundido antes de ver pasar a Nati con Viviana paseando “de casualidad” por allí.
A la semana siguiente, en la universidad, las noticias tampoco fueron mejores: el rumor de su experimento social fue difundido por Roberto y, sobretodo, por Nati. Las terribles miradas de desprecio que recibía a diario terminaron por minar su ánimo. Un buen día, decidió que no entraría a clases y se fue caminando sin rumbo por el campus.
No fue sino hasta que tropezó sobre un descuidado césped, que finalmente se quebró. Se rió de impotencia y naturalmente sus gestos empezaron a contraerse hasta que lloró amargamente. Lloró por Nati. Lloró por Roberto. Lloró por culpa de aquella duda que lo dejó sin nada… ni nadie.