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Sin decir mucho
me dejaste pensando
en la tibia melancolía
que envuelve tus palabras.
Esa corta conversación
cubierta de silencios,
me quitó la esperanza
de volverte a ver.
Abandonado a mi suerte,
intenté devolverme
la grata alegría
que fulgurante se fue.
No pude, no puedo
y no sé si podré;
porque he quedado
tan atado a tus cosas.
Que si un franco día
yo consigo liberarme,
será porque allí estarás tú,
para lograr alejarme.