(viene del capítulo anterior)
Nico entra en el viejo bar, pero no parece vacío, sino tan vivo como siempre fue: los vasos de cerveza brindados con euforia, las canciones rockeras cantadas a todo pulmón, y la gente saltando frenéticamente con las melodías. Él se vio a sí mismo departiendo con José y Sergio entre chelas y cigarrillos.
No, no era el presente: era el día de su cumpleaños número veintisiete. “¡Amigos hasta el final!”, recordó el grito emocionado que los tres lanzaron, y luego se terminaron sus vasos de un solo sorbo. Nico volteó hacia el chico de la barra: “Broder, dos más”. Y entonces, lo reconoció: Dante era ese chico que le pasó las dos botellas mientras se contagiaba de su alegría.
Esa misma noche, mientras cerraban el local, Dante sacó las bolsas de basura por la puerta lateral. Las dejó en el tacho y se disponía a regresar, cuando vio una pelea de dos tipos. Intentó separarlos y se escuchó un disparo. Los dos desconocidos salieron corriendo mientas Dante agonizó en la acera. “Yo tengo cosas inconclusas, por eso me permitieron volver así”, dijo Dante y acompañó a Nico a la salida.
(continúa)