(viene del capítulo anterior)
El juguetero entró primero en la habitación de Alonso y le dio una mirada completa. Sentía la presencia agobiante del espíritu y fijó sus ojos sobre el peluche. Éste, que se había mantenido echado sobre la cama, viró su cara hacia el viejo. “Has venido, Yarek”, fue lo que dijo la voz grave y penetrante que salió desde él.
“Muchek, cometí un error, pero ahora vengo a llevarte a casa”, señaló el juguetero con mucha precaución en sus palabras. El oso rió de una forma espantosa, y luego agregó: “¡ya estoy en casa!”. El peluche gritó un ruido amplio que se transformó en un viento imparable. Yarek y Alfredo, que se había quedado parado en la puerta atestiguando el asombro, fueron arrojados fuera de la habitación contra las paredes del pasillo.
Alarmada por lo sucedido, Nora, que se quedó en la cocina, se tiró al piso mientras las ráfagas de aire entraban a la cocina. Una vez que el fenómeno se desvaneció, ella caminó hacia el pasillo y encontró a su esposo y al viejo tirados en el piso. Tuvo que avisarles y reanimarlos para que volvieran en sí. Una vez despierto, Yarek le preguntó a Nora dónde estaba su hijo. “Está con los hijos del vecino”, respondió ella temerosa, y el viejo se apresuró en ir hacia allá.
(continúa)