(viene del capítulo anterior)
Asustado por lo que acaba de presenciar, José entró en su casa y corrió hasta su cuarto. Su mamá quiso hablar con él, pero el niño caminó otra vez directo a su habitación y se metió en su cama. “¿Qué te pasa, hijo mío?”, preguntó ella sentándose a un costado pero, primero el silencio y luego el sueño, conspiraron a que no recibiera una respuesta.
A la noche, cansada por el trajín del día, la señora prendió el televisor para ver si había algo interesante que ver. Iba cambiando canales, hasta que le pareció ver algo conocido. Subió el volumen y pudo ver que era el noticiero, donde decían: “la policía sigue en la búsqueda del menor de tres años que desapareció mientras iba a comprar un helado”.
El comisario señaló que manejaban la hipótesis del rapto, pero aun no sabían cómo lidiar con la situación pues el presunto secuestrador no se había comunicado con la familia. “Juan lo raptó”, escuchó decir a su hijo, quien se encontraba parado detrás de ella. La madre le preguntó por qué decía eso. “Porque Juan también me hizo daño”, dijo el niño y rompió a llorar, mientras su mamá corrió a abrazarlo.
(continúa)