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Es de esas mañanas
que la luz del sol
se presenta tempranera
que fastidia un montón.
Son las ocho y despierto
con ganas de seguir echado,
de seguir soñando otro rato
con imágenes que ya olvidaré.
Y me duermo otra vez
con la esperanza tibia
de volver a recordar
aquella vívida ilusión.
Tu vestido retoza con el aire,
volteas a verme y sonreirme,
me haces sentir seguro
pues me invitas a seguirte.
Y vuelvo a ese momento
en que corro hasta donde estás
y me esfuerzo aún más
para poder alcanzarte.
Y llego hasta ti
para abrazarte con muchas ganas,
y llego hasta ti
para decirte que no te vayas.
Cierro los ojos por un segundo
y luego los vuelvo a abrir:
la luz del sol me delata
y ya no tengo ganas de soñar.