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La playita, el sol,
el cevichito en su limón,
las olas que barren la arena
y sobre las que doy un chapuzón.
Un día genial, eso pensé,
hasta que vino el regreso,
recoger todas las cosas
y volver a la gran ciudad.
Una combi que nos queda angosta,
soportando el calor de un motor,
hasta que los espacios fluyen
y un asiento se libera.
Me dices que me siente,
te digo que te sientes,
y al final nos miramos
con ojos complices.
Me siento y te sientas,
nos vamos abrazados,
juntos hasta nuestro paradero.
Entonces recuerdo
lo mejor de esta travesía,
no la playa ni las olas,
sino vivirlo junto a ti.