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Sentado en la barra
espero a mi amigo.
No lo veo tal vez ocho
o quizá diez años,
ni sé siquiera si vendrá.
Él me ofreció buenos momentos,
yo sólo devolví atrasos,
olvidos y caras largas.
Fui torpe y descuidado
para con mi amistad:
Siempre tan lejos
y tan poco dado a escucharlo.
Pensando en todo esto,
sentí una mano sobre mi hombro:
Era él y nadie más,
era él y su amplia sonrisa,
que hacía que borrara
todo mi pasado absurdo.
Una ronda de cervezas
en recuerdos nos hizo navegar.
En un ¡salud! borró mi tristeza
y en un ¡salud! amplió la alegría.