(viene del capítulo anterior)
González se quedó esperando en la camioneta, mientras los jóvenes ingresaban a las tiendas del centro comercial. Constanza y Lucho intimaron y se besaron entre pantalones y vestidos. A pesar de no haberlos visto, González se imaginó lo sucedido por la amplia sonrisa de la muchacha.
Para cuando regresaron a la hacienda, Constanza bajó sola en la puerta de la casa. González se llevó la camioneta hasta las caballerizas, donde recién bajó el muchacho. “No sé cómo agradecer lo que has hecho”, señaló Lucho todo sonriente.
“No tienes por qué”, respondió el capataz. “Cómo quisiera que se repitiera esta vez”, anheló el joven mostrando alguna desilusión. “Si quieres estar con ella para siempre, yo te puedo ayudar”, dijo González, dejando a Lucho profundamente desconcertado.
(continúa)