Baker se quedó pensativo unos minutos dentro de su habitación. Finalmente, decidió que no tenía nada de malo aprovechar la oportunidad que se le presentaba: recogió los trozos y se los llevó a la sala de reuniones. Allí ya lo esperaba Alejandro, el ayudante de Colotto, quien se ofreció a mostrarle los instrumentos que había en ese lugar.
“¿Tienes algo para estudiar la resonancia?”, fue lo primero que le señaló el investigador. Alejandro le indicó una mesa con una computadora y un instrumento en forma de diapasón. “Este aparato mide las frecuencias de un objeto para identificar si han quedado grabadas en su superficie algún tipo de mensaje sonoro”, fue la explicación del joven ayudante.
Baker preguntó si esto tardaría. “Mejor vaya preparando el café que tenemos para largo”, respondió Alejandro y encendió el aparato. Pasaron varias horas modulando frecuencias y tomando el aromático café, amenizando el rato con algunas anécdotas. Baker dio unos primeros bostezos, cuando Alejandro lo palmeó en el hombro.
El investigador se colocó unos audífonos para escuchar mejor. “Grábalo, grábalo”, ordenó de forma rotunda luego de unos segundos de sorpresa, sonriendo alegre por el inesperado hallazgo.