Cansado y desanimado, Joel siguió sentado al costado del cadáver de Pitia. De pronto, cual bruma que se despeja, la explanada se extendió, dejando ver nuevos escalones. El joven eterno se levantó y caminó hasta su inicio.
En el muro contiguo al camino, había una especie de letrero que decía: “Esta es la Escalera al Templo de Chronos, Señor del Tiempo”. Avanzó con cautela en su recorrido; sin embargo, no sufrió el acecho de ninguna trampa inesperada.
Finalmente, llegó hasta el edificio, una serie de columnas de mármol que sostienen un techo a dos aguas también de mármol. Entró en este, sin encontrar resistencia alguna hasta el salón principal. Allí vio un trono, donde un anciano sentado sostenía un báculo dorado. “Saludos, campeón de la humanidad”, fue el irónico saludo del dios al recién llegado.