El hombre pelirrojo ingresa en el laboratorio. Lleva consigo el puñal con el que ha herido a Ezio. Se coloca una bata blanca, toma una muestra de sangre y la empieza a examinar con las soluciones químicas. Obtiene un perfil del ADN y empieza a compararlo con las muestras de la base de datos en la computadora.
De pronto, la puerta se abre. “¿Capitán Gómez? No esperaba verlo ya por aquí”, señaló el sub oficial que recién entraba a la sala. “En Criminalística, casi nunca se descansa”, dijo el pelirrojo y le pidió que le ayudara con el almacenamiento del objeto.
El novato se acercó con lentitud, mientras podía observar las magulladuras que su superior tenía en su cara y en sus brazos. Gómez lo miró de reojo, y se dio cuenta de lo que pensaba, pero prefirió no decir nada.
“¿Es del violador?”, preguntó el sub oficial. “Sí, tuve una pelea con él y logré arrebatárselo”, afirmó sereno el capitán, “y creo que tenemos un ganador”. El sub oficial miró la pantalla de la computadora: “Ezio Martínez, robo menor”.