Manuel posó su vista en una esfera blanca de una altura un poco superior a la suya, y en uno de sus hemisferios tenía una especie de puerta con un vidrio circular que dejaba ver en su interior. “¿Qué es esto?”, preguntó al fin luego de unos segundos de duda.
“Es una máquina del tiempo”, respondió Ciro, dejando estupefacto al otro. Manuel preguntó si de verdad funcionaba. “Hemos retrocedido algún tiempo… pero no mucho”, afirmó el sabio, desencantando un poco al joven.
También le mostró un extraño brazo metálico con una luz interior. “Es un arma que genera su propia energía”, señaló Ciro y, colocándoselo, apuntó hacia una piedra de regular tamaño. Tan sólo decir “fuego”, la zona que cubre la palma de su mano se iluminó y un rayo salió y destruyó el objeto.
Fue en ese momento que se oyeron estruendosos ruidos cerca de la entrada de la cueva. “¡Nos atacan!”, vociferó Ciro al darse cuenta del peligro. Manuel estaba presto para ayudarlo, pero el sabio lo detuvo: “tengo una misión para ti”.