Y es que hay un ángel (capítulo seis)

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(viene del capítulo anterior)

Ambos entraron en un asilo de ancianos, y Jorge se encargó de ayudar, movilizar, acompañar y hablar con algunas de las personas de la tercera edad. Al principio, expresó su descontento al rehusarse un poco pero, a medida que fue escuchando y conversando, algo dentro de él cambio.

Si bien al final de la jornada no terminó del todo contento, cosa que se la hizo saber a Áurea, esbozó una leve sonrisa. “Escuché a unas personas decir que habían desperdiciado buena parte de sus vidas”, le comentó él a la joven, “incluso que quisieron suicidarse”.

“¿Te sentiste identificado?”, le preguntó ella en confianza. Jorge le contestó que sí, que desde que perdió su trabajo imaginaba que su vida había terminado. “Siempre hay baches”, le animó Áurea, “lo importante es levantarse y seguir”. “¿Y que es lo que sigue?”, preguntó Jorge con cierta alegría. “Ya verás”, dijo ella.

(continúa)

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