Ambos decidieron que era mejor ponerla en alerta. “Yo se lo haré saber”, dijo Eduardo al despedirse raudo del otro vidente. Buscó un teléfono público y la llamó: “Susana, soy yo, tenemos que hablar”, fue lo único que pronunció antes de cortar. Llegó luego unos minutos a la casa de su amiga. De hecho, ella ya lo esperaba en la puerta.
“¿Qué es tan importante?”, le preguntó la joven luego que Eduardo recuperó el aliento tras correr. Él le explicó que había tenido una visión donde ella estaba siendo victimada. “¿Y quién era el atacante?”, quiso terminar de satisfacer su curiosidad. “No lo sé”, respondió él preocupado, “mi visión aún es algo borrosa”.
Susana no le creyó y sintió, más bien, que Eduardo no estaba siendo sincero. Ello derivó en una discusión que terminó con ambos completamente enfadados. Él volvió a su casa agotado, desilusionado. “¡Por qué no me cree!”, exclamó para sí mientras se quedaba dormido sobre su cama. Como ayer, visionó el sueño, esta vez con mayor claridad y pudo identificar al atacante de Susana. “Él es”, señaló furioso al levantarse…