Malena tardó un buen rato en recuperarse por completo del aturdimiento. Gerardo le alcanzó un vaso de agua para que recobrara su ánimo. “Son idénticos”, le expresó ella aún asombrada, “¿cómo es que tu hermano no me contó sobre ti?”. Él frunció el seño y, como no queriendo decir la razón, habló: “Hubo una discusión con mis padres”.
Gerardo le contó que eso ocurrió hace unos años, cuando él se sentía rebelde y muy optimista. Había decidido dejar el hogar pero sus padres se opusieron férreamente. Al final él tomó sus cosas y se marchó. Sus padres decidieron olvidarlo, y prohibieron a Alberto hablar sobre su hermano. No pensaba volver; sin embargo, la muerte de su gemelo hizo cambiar de opinión a sus padres.
Lo llamaron y regresó, aunque un poco tarde, pues llegó después de los funerales. Su intención era quedarse unos días, mas veía a sus padres y notaba que estaban totalmente destrozados. Eso lo convenció de arreglar sus asuntos de su vida anterior y forjarse una nueva aquí. “Por eso me dieron el departamento de Alberto”, señaló entristecido.
“¿Y qué te trae por aquí?”, le preguntó él cambiando de tema. “Debo buscar algo”, dijo Malena empezando a tantear entre los cuartos y los muebles.
– ¿Y qué es lo que buscas?
– No lo sé…
– ¿Y para qué lo buscas?
– No lo entenderías…
– ¿De qué hablas?
“Tu hermano no se suicidó”, respondió ante la presión, para luego romper en llanto, “a él lo asesinaron”…