Rodrigo no sabía qué hacer: si le decía a Giuli que se quedaba, probablemente ella estaría molesta por unos días; si le decía que no a Emilia, perdería la oportunidad de darle una buena explicación sobre su relación. “¿Rodri, estás ahí?”, habló Emilia por el celular. “Voy en un momento”, respondió él ante la sorpresa de su enamorada.
“Ven”, le dijo a Giuli tomando su mano, “necesito que veas a alguien”. Giuli pensó para sí que la reacción de su enamorado fue un poco brusca pero decidió confiar en su buen juicio. Luego de unos cinco minutos, llegaron al mismo salón de la otra vez y se acercaron hacia Emilia.
Ella veía hacia el cuaderno mientras trataba de entenderlo. Hizo una mueca de fastidio, haciendo visible que no logró su objetivo. De pronto, alzó la mirada y los vió a ambos caminando hacia donde estaba. “Hola Emi”, la saludó Rodrigo con tranquilidad, “te presento a Giuli, mi enamorada”. Dicho esto, él esperaba alguna reacción alborotada de su amiga.
Mas quedó gratamente soprendido: Emilia esbozó una sonrisa al saludar a Giuli y, al menos en apariencia, mostraron plena simpatía por la otra. “¿Te parece si estudiamos otro día?”, preguntó Rodrigo, como confirmando la buena onda. “Of course, Rodri”, dijo Emilia de lo más fresca, “ya me ayudas otro día”…