Verónica fue apropiadamente curada de sus heridas por una doctora y un par de enfermeras, las que también revisaron la condición de su vientre. “El niño está en buen estado”, dijo la doctora luego de hacerle la resonancia. La gestante lloró de saber que su pequeño no había sufrido daño.
Más de media hora después, cuando salía sentada en la silla de ruedas por la recepción, Aurelio la esperaba en una de las bancas. “¿Por qué lo hizo?”, preguntó la mujer. “Me recuerda a mi hija”, dijo el viejo taxista, “y además porque necesitaba ayuda”. “No tenía que hacer todo esto, pero gracias”, se emocionó Verónica.
Le dio un beso en la frente a Aurelio, que aceptó el gesto y la condujo en la silla de ruedas hasta el auto. La colocó con suavidad en el asiento de atrás y luego abrió la puerta de conductor para encender el carro. El taxi salió del estacionamiento mientras, a media cuadra de distancia, una moto empezó a seguirlos con sigilo…