Mitad de ciclo, y Emilia sigue sin entender alguna de las fórmulas que pone el profesor en la pizarra. Desesperada, se le acerca a él al final de la clase, a ver si puede darle una asesoría o algún trabajo que pueda ayudarla con su nota. “No estoy acostumbrado a hacer ese tipo de concesiones”, dijo el profesor con cierta simpatía, “pero puedo recomendarte a uno de mis mejores estudiantes para que te apoye”.
Emilia ya se lo alucinaba al pata. “Un cuero, un churro, un bombón”, pensó de inmediato, hasta que escuchó al maestro llamar “Rodrigo”. Volteó y de sólo ver al medio nerd algo chato de anteojos, la dejó paralizada. Rodrigo esbozo una sincera sonrisa ante la mueca de espanto de la chica. Ella le susurró al oído del profesor si no tenía otro alumno disponible. “Última opción: o lo tomas o lo dejas”. Emilia salió rauda.
Ni siquiera dejó que Rodrigo le estrechara la mano para saludarla y se dirigió al paradero para tomar. El carro demoraba y vio como el chico nerd se acercaba por la vereda. “Hola”, dijo él con cortesía. Ella ya sentía que lo comenzaba a odiar: “hola”, dijo a secas. En eso vio que el carro se acercaba. Casi susurró un “hasta nunca”, y se dispuso a subir por la puerta de adelante. Y tuvo tan mala suerte que no encontraba ningún asiento libre en esa zona. Sin embargo vio uno al final del pasillo.
Empezó a correr a todo lo que pudo, pero segundos antes de alcanzar su objetivo, alguien más se sentó allí. “¿Tú?”, fustigó con dureza al mismo chico nerd que había osado hablarle en el paradero. “Sorry, pero el asiento estaba libre”, utilizó un tono como disculpándose, “y ahora, ¿qué harás?”. Ella lo miró un tanto sorprendida y furiosa al mismo tiempo. No quería estar cerca suyo, pero sentía que él le había arrebatado el asiento y no estar parada, así que…
– Wow… ¿sobre mis piernas?