El hombre en la capucha

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Detrás de mi ventana vigilo aquel camión sospechoso que empieza a cuadrarse… Entonces, empiezo de nuevo a temblar consumido por la durísima abstinencia de mi vicio, aquel mismo vicio que en forma de medicina llegó hasta mí para calmar mi dolor hasta que… no, no debo pensar en ello… pero aún recuerdo aquella primera pastilla que tomé…

Aquella falaz y efímera sensación de comodidad para resistir el dolor de las heridas… y de paso ser un héroe, o sentirme como un héroe… en su pedestal granítico, alto y firme… pero, ¿cómo podría sostenerme si los pies son de barro?… ¿cómo sostenerme si mi voluntad fue débil al tomar esa droga?… qué contradictorio: no puedo ser héroe si rompo con tal ligereza mi línea de conducta…

Pero, por más que filosofe, mi error ya cometí y aún me recupero de ello… vuelvo a ver el camión: están descargando… son paquetes y paquetes de ese sucio vicio… no puedo esperar más a detenerlos… controlaré mis temblores y me colocaré la capucha… oh, sí… como hoy y como antes… el hombre en la capucha hará otra vez justicia…

Habían terminado de descargar cuando el anónimo justiciero hizo su rápida aparición. Ni pudieron reaccionar porque las granadas que lanzó el desconocido estallaron por todos lados. Los que tuvieron suerte, huyeron ensangrentados. Los demás, se consumían en el fuego. El hombre en la capucha esbozó una malévola sonrisa: “y otra vez, se hizo justicia”.

(continúa)

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