Doble secuestro (parte cinco)

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(viene de la parte cuatro)

Pasaron muchas horas antes que Coco se despertara. Al volver en sí, la cabeza le dolía horrores y sentía que no podía mover las manos. Demoró un tanto en abrir bien los ojos, pero escuchaba las voces a su alrededor. Sintió que no podía moverse, y es que estaba atado a una silla y ante el calor solar que llenaba la atmósfera. Finalmente, pudo observar una sombra que se acercaba.

“Miren quién despertó”, habló con ironía el primer desconocido. Enseguida apareció el segundo, quien le ordenó al otro que fuera al cuarto de los rehenes. Para Coco, significaba mucho oír eso. “Soy Equis”, se paró el que aparentaba ser el líder, aunque la expresión en su rostro parecía algo nerviosa. “¿Qué quieres de mí?”, inquirió Coco con voz baja.

El secuestrador le explicó que él y sus compinches no estaban allí para hacerles daño: “Sólo queremos algo de tu dinero. Y si cooperas, te dejaremos libre a ti y tus amigos”. Preguntó Coco que harían si no aceptaba. “Cada tres horas, uno a uno morirán por tu culpa”, sentenció Equis. “No te creo”, señaló el joven. Equis avisó a Uno que abriera la puerta de la cocina contigua.

Entonces Coco pudo ver en el piso las piernas y los zapatos tan familiares de un hombre muerto. “Es una pena pero tu amigo se resistió más de la cuenta”, afirmó Equis cerrando la puerta. “¡Mataste a Beto!”, gritó furioso Coco. “Sí, y los otros continuarán si te niegas a cooperar”, espetó Equis para luego agregar con un celular en la mano, “¿quieres hacer la llamada?”.

(continúa)

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