¿Qué esperas de una tarde frente al mar? Océano azul, playa desierta y una caminata que a la imaginación despierta. Sol de ocaso, botes en regreso y marea tranquila. Da la suerte que una escena así, en otoño no se presenta; a pesar de ello, resulta mi estación favorita. No es el viento, tampoco las lluvias, ni mucho menos los emolientes de a sol (y eso que calienta el cuerpo y más el ánimo). No son cosas que representen tanto como un momento de reflexión. Habrán de los que me dirán que tales momentos se presentan sin importar qué estación sea, y dicen bien.
Pero no es menos cierto que el retiro obligado al que nos confina, nos pone más cercano con lo que queremos y estimamos. Nada como ese viento fresco y pernicioso para dejar de lado los individualismos del verano y prepararnos para la crudeza del invierno. Por cuanto supone una transición, transita ante nos el devenir del tiempo, que se manifiesta en el cambio de clima. Tal transición repercute a la época primaveral pues discurre hacia un estado de carencias y no uno de abundancias. Entonces, es formidable convencerse que no hay lo uno sin lo otro, y que las manifestaciones del mundo recitan nuestro contradictorio devenir. (11-10-2008)