Viernes 5 de junio. Efectivos de la Policía Nacional del Perú buscan abrir un tramo de la carretera a Bagua y se produce un sangriento enfrentamiento con los nativos. Mueren 12 oficiales y decenas de indígenas. Sábado 6 de junio. 9 Miembros de la PNP, que habían estado retenidos en una estación petrolera, son asesinados por un grupo de revoltosos, mientras otros nativos mueren cuando un escuadrón de efectivos policiales luchaba por rescatar a sus compañeros. Ya van cerca de 40 fallecidos confirmados entre miembros de las fuerzas del orden y civiles.
¿Hasta cuando cundirá la intransigencia? Cierto es injustificable una reacción violenta de los nativos contra el estado de derecho, pero tampoco podemos olvidarnos del infausto rol que cumplió el Congreso en los últimos días. Amparados en inflexibilidades reglamentarias, este desacreditado Congreso postergó el debate donde se vería la derogatoria de los decretos legislativos, promulgados para implementar el TLC con Estados Unidos, que los nativos rechazan por ser considerados lesivos para la efectiva propiedad de sus tierras.
Esta obvia “mecida” les dió la excusa perfecta para que un grupo de indeseables cometiera hechos execrables contra el orden constitucional. Ahora recién el gobierno central informa que estos decretos sólo legislan una parte de la amazonía del país, manteniendo intangibles 15 millones de hectáreas de reservas naturales y otros 12 pertenecientes a las comunidades selváticas, cuando pudo haberlo informado a la ciudadanía y consultado con los nativos desde el principio. Ahora recién salen, como en todas las anteriores ocasiones de esta administración, los informes de inteligencia que no previenen a nuestros valerosos unifomados.
¿Hasta cuándo será que el gobierno deje de hacer las cosas “al caballazo” y hacerle el juego al extremismo? ¿Hasta cuándo será que se improvisen mesas de diálogo si no existe una efectiva voluntad de comunicación? ¿Hasta cuándo será negligente el sitema de inteligencia del país? ¿Hasta cuándo seguiremos enterrando ciudadanos por culpa de los “sordos” que no quieren oir? Mantengo en mí la secreta esperanza que, aunque distintos en pensamiento, el gobierno y los nativos lleguen a una pacífica solución. Sigue leyendo