Más te vale

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Tap, tap, tap, tap. Los pasos de Leo se detienen, entra a la cafeta, se sienta y abre el libro de historia que el profesor Curtis les ha pedido leer. Él, ni corto ni perezoso, se había dirigido a la biblioteca tras la clase para conseguir primero el tomo, pero lo cierto es que a pesar de lograr su objetivo, sus piernas padecían el cansancio de un cuerpo agotado de estar sentado frente a la compu varias horas.

Instalado ya con hoja y lapicero, Leo comienza a desentrañar los vericuetos de aquel limbo y traza sobre el papel el resumen de sus observaciones… “y tras el toque de trompetas, el inquieto Carbajal lanzó a la caballería cerro abajo, intentando quebrar por el medio la columna enemiga…” ¡Leonardo!, una voz retumba. Es el Chino Ríos quien, como siempre, estaba necesitado que alguien lo oiga.

La verdad, mis ojos no dan para mucho y mi atención se empieza a nublar, así que le doy unos minutos para esta plática que… “y bueno, hay un plan para timbear un rato en el casino Sahara, ¿te apuntas? Si quieres ponemos mita mita y sale más barato…” Ufff, imposible, estoy que me caigo del sueño y no tengo ganas de hacerle caso, pero sigo, estoico, procurando descrifar los mensajes que me dice.

Finalmente se tiene que ir y yo, con gesto entre adusto y apenado, me despido. Vuelvo al libro y retomo con más ímpetu el relato, que empieza a oscurecer y apenas voy iniciado el segundo capítulo… “Luego del fragor de la batalla, los soldados de Angulo empiezan a recoger a los caídos. Angulo se detiene, la insignia brilla cegándole la visión, se arrodilla con cuidado y observa el pelo canoso y ensangrentado de su mentor, el cual acaricia ligero y cariñoso. Llama a dos de sus hombres para cargar el cuerpo de Carbajal…”

“Leo, Leo”, zumba un susurro. “Ya pues Chino, deja ya de joder”. “¡Leo!”, el grito lo despierta, de paso que también lo aturde, los ojos irritados se abren fastidiados: miran al frente y luego al costado. Su querida Leti ya está sentada en su mesa y dispuesto las copias y el cuaderno de inglés. “¿Habíamos quedado en…?” Ella lo corta, asintiendo con la cabeza. Él se llevó las manos a la boca, tapándosela para suavizar su bostezo.

“Ok, dame un minuto para lavarme la cara”. Leti acerca su mano al rostro de Leo, quien bajó la guardia y esbozó una sonrisa. Ella aprovechó el momento y la dirigió contra su mandíbula; mirándolo fijamente, agregó: “Más te vale”.

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