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Mi piel se eriza
con el implacable frío
y suda goteras
con el tórrido calor.
Mis manos palpan
los cansinos pesos
y reciben alegres
las quietas monedas.
Mis pies cansados
no ocultan su trajín
de idas y vueltas,
de tropiezos sin fin.
Mas el latente corazón
no insufla a mi ser
la vibrante alegría
ni la hosca tristeza.
Frío de indiferencia
que no es frío de calma:
es insensible presencia
que cubre mi alma.