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Has entrado a mi espacio abierto
a aquella portada sin puerta
donde reposa mi esfuerzo
y acaban mis dificultades.
Has entrado con la luz del sol
que tibia y luciente
realza tu silueta
y te muestra angelical.
Me llamas por mi nombre
pidiéndome que te siga
a absolver tus dudas,
a gozar de tu compañía.
De eso hace un mes,
ya no quiero recordar
tu rosada sonrisa
ni los ojos tan tenues.
Hoy me invade esa imagen,
la del resplandor de un ángel
que un día apareció
para nunca más volver.