Comprender al opuesto

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(Vaya si ayer fue un día distinto. En la mañana, en un programa radial, el locutor preguntaba a las mujeres si un hombre actuaba en una situación romántica de uno u otro modo, y ellas establecieron -inconscientemente- una división entre dos categorías. Anoche, conversando con un amigo, a quien consulté sobre su visión particular sobre las mujeres, las separó en dos grupos. Hoy en la mañana, me inquirí sobre por qué hombres y mujeres categorizan al sexo en dos clases.)

(¿Por qué dividir el mundo en dos? ¿Acaso no era que cada uno es un ser único y particular? ¿Por qué señalar opuestos si lo que existen son “matizados”? Desde que Heráclito señaló que lo único constante era el cambio, y que el devenir surge del paso de un estadio a su opuesto, la dialéctica del mundo se empeñó con mucha más fuerza que antes a separarse en opuestos para conseguir identificaciones irrestrictas: “griegos” y “extranjeros”, “romanos” y “bárbaros”, “católicos” y “protestantes”, etcétera.)

(Sin embargo, cada persona tiene su propia visión del mundo, sus propias actitudes, su propia personalidad: en fin, su propio yo. Por tanto, ¿por qué simplificar a dos categorías opuestas? El propio Heráclito, filósofo al fin y al cabo, consideró que lo importante del mundo no son los opuestos, sino la “unión de los opuestos”. Visto en términos de experiencia y vida, se habla de dos fenómenos: devenir y complemento.)

(El devenir es el paso de un estadio al otro, y el ejemplo más trillado es el “hoy digo una cosa y mañana digo otra”. ¿Es esto contradictorio? Si uno lo ve desde la lógica de mantener una línea de conducta, resulta obvio que sí. Pero si uno se pone desde el lugar de proceso que dio origen a este cambio, observaría el complejo “contexto” que determinó el devenir. Lógicamente, unos lo aplaudirán y otros lo rechazarán; eso es tan importante como conocer con exactitud el contexto para comprenderlo: en resumen, son igual de importantes el contexto objetivo del cambio como las reacciones subjetivas del mismo.)

(Sobre el complemento, puede decirse que es el reconocimiento mutuo de los opuestos, el cual no está exento de roces. Imagine una pareja dispareja: tienen forma opuesta, pensamiento opuesto, personalidad opuesta; entonces, ¿cómo surge la complementariedad? Por la necesidad de un cambio. Cuando se acepta tal necesidad, empiezan las interacciones entre los opuestos. Es probable que comiencen “chocando” y finalicen del mismo modo o, por el contrario, que terminen reconociéndose.)

(Piense que la verdad de uno no es la misma del otro. Sin embargo, la interacción hace que ninguno de ellos salga sin ganancia: las imposiciones de uno y otro lado se debilitan en mayor o menor grado, dando paso al debate de opuestos. Tras esta discusión, aunque uno no cambie de hábitos o personalidad, uno tendrá un conocimiento más exacto del otro, y hará el intento de comprender su contexto.)

(Espero volver a oír la radio mañana, un poco más liberado de mis opuestos, y proclamando “unión”: y ahora, ¿cómo haré para contradecirme?.) (20.04.2007)

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