Eran como las nueve y José aún dormía. Darío no se lo tomó a mal y ya había a preparar el desayuno hace un buen rato. Unos minutos después, el tío apareció en el comedor, vestido con el pantalón del terno y una camisa blanca. “Qué bien sobrino”, se alegró José, “¿quieres que compre algo?”.
“Luego tío, primero come”, se excusó el joven, dejándolo sin alternativa. Porque la contestación había desilusionado a José e hizo incómodo el silencio posterior. Finalmente, con los platos recogidos y lavados, tío y sobrino salieron de la casa.
Ya dentro del Volkswagen escarabajo beige y tras haber recorrido un par de cuadras, José miró a su sobrino con un gesto melancólico, como si conociera la respuesta: “¿a dónde quieres ir?”. “Llévame donde mi abuela”, respondió Darío decidido, y su tío enrumbó a las afueras de la ciudad.