La noticia inesperada

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Sintió la luz del sol por su ventana y se despertó. Sus ojos miraron al techo de la blanca habitación, como queriendo encontrar una señal. De pronto, recordó su dolencia y se tocó el abdomen. Algunas noches atrás había sufrido de fuertes dolores en esta zona de su cuerpo.

Y hace un par de días, el doctor le pidió su autorización para probar una droga experimental. “Quizá tome algún tiempo en hacer efecto”, le advirtió el médico antes que el paciente decidiera. Darío, que así se llamaba el enfermo, agradeció la preocupación del doctor pero aceptó pasar por el tratamiento.

Luego de un día con la droga, era evidente que el malestar había disminuido un poco, pero no lo suficiente como para considerar que estaba mejorando. A mitad del segundo día, sin embargo, el dolor fue en aumento y le quedaba claro que no funcionaba.

Ya el doctor iba a quitar la medicación cuando Darío lo detuvo apretándole el brazo con su mano. “Déjelo unas horas más”, lo miró el paciente, cuyos ojos reflejaban una extraña mezcla de impaciencia y esperanza.

(continuará)

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