Emilia quedó medio atolondrada. “¿Ya tienes enamorada?”, preguntó con lentitud, aún sin poder creerlo. “Sí”, reconfirmó Rodrigo con absoluta tranquilidad. “¿Y cómo fue que…? Olvídalo”, se interrumpió de pronto la joven y comenzó a recoger sus cosas. “Pero ni siquiera hemos comenzado”, le avisó Rodrigo desde el fondo del salón, mientras ella salía presurosa cargando la mochila medio abierta.
“Idiota. Si sólo le hubiera contado desde el inicio”, él se reprochó amargamente. Sus manos cogieron sus cabellos con fuerza y, una vez que dejó de maltratarse, se recostó sobre el respaldar de la silla. Estuvo así un buen rato, hasta que el timbre de su celular lo devolvió a la realidad. “Sí… es que terminó más temprano de lo esperado, así que vente nomás… OK, te espero”, habló con la persona del otro lado de la línea.
Empezó a recoger los papeles de la mesa hasta que, minutos después, encontró uno que no tenía su letra. Era de Emi, y lo había dejado olvidado por la prisa. “Idiota, ¡mil veces idiota!”, se recriminó a sí mismo otra vez. “¿Quién es idiota?”, fue sorprendido por una voz que lo devolvió a la realidad. Rodrigo levantó la cara. Era Giuli, que lo miraba con una sonrisa encantadora…