Y es que hay un ángel (capítulo final)

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(viene del capítulo anterior)

Jorge sintió la brisa pasar raudamente por su cara, pero no le importaba. Sabía bien que luego que entrar al mar chocaría contra las rocas de esa parte de la costa. Sería algo rápido, sin mucho dolor. Fue entonces que empezó a dudar.

Cercana ya la masa azul de agua, él hizo un último pensamiento: “quiero seguir viviendo”. Cerró los ojos para no ver su final. Súbitamente sintió cómo unos brazos lo sostenían, y el ruido de unas las le indicó que era alzado hacia arriba.

Unos segundos después, sus pies se pararon sobre tierra firme. Fue entonces que abrió los ojos y pudo contemplar a Áurea con sus alas extendidas. “Me salvaste”, dijo Jorge agradecido. “Yo creo que fue tu decisión”, respondió el ángel esbozando una sonrisa.

En el cielo, se abrieron unas nubes, dejando ver unos brillantes rayos de sol. Mirando su destino, Áurea se despidió con un beso en la mejilla y alzó vuelo al horizonte.

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