El celular estaba sonando y Neto se aprestó en contestar. Era Mirella. “Hola amiga”, dice en tono socarrón, “¿en qué puedo ayudarte?”. “Necesito hablarte de algo importante”, le contesta. Él pregunta si no se lo puede contar ahora. “Es sobre tu tío”, es la respuesta que enfurece a Neto: “¿qué es lo que sabes?”. “Te lo diré el lunes, después de clase”, corta ella la conversación.
En efecto, aquel día Neto no estaba concentrado en la pizarra; sólo fijó su mirada en la carpeta de Mirella. Cuando la clase terminó, él fue directamente hacia ella. “¿Qué sabes?”, preguntó furioso. Mirella lo llevó aparte: “el encapuchado me dio este papel”. “¿Quién es él?”, preguntó él, pero como ella no le contestó, la presionó con un forcejeo.
“No lo sé”, dijo finalmente entre sollozos, “se apareció de la nada y me dijo si te conocía; luego me dio el papel”. “Te creo”, señaló Neto antes que ella se alejara. De pronto apareció Jano: “¿qué pasa man?”. “Creo que encontré al responsable de lo que le sucedió a mi tío”, contestó Neto.
-¿Y qué harás cuando lo encuentres?
-Lo mataré.
-Entonces, será mejor que te ayude.
-No creo que sea buena idea.
-Será más fácil limpiar el lugar.
“Está bien”, respondió Neto sin ningún rubor.