Los dos lados del espejo (capítulo 4A)

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(viene del capítulo anterior)

Son las diez de la mañana y Noelia atraviesa las puertas del antiguo edificio. En el recibo la espera Bruno A. “Por aquí”, dice él mientras la dirige hacia la parte más alejada de la biblioteca, allí donde abundan en los altos estantes los libros oscurantistas y otras rarezas de la escritura y el conocimiento. Noelia pregunta por dónde comienzan. “Revisa este libro”, dice Bruno pasándole el primer tomo del primer estante.

Los primeros días son muy desordenados para su búsqueda, buscando desesperadamente una solución más que en las causas, hasta que Bruno recuerda los detalles del espejo y la luna llena. No tarda más que unas horas para encontrar un manuscrito polvoriento que le devuelve la esperanza: “Los portales”.

“Quien quiera pasar al otro lado para cambiar su destino, deberá esperar una noche de luna llena mirando de frente a un espejo ovalado”, leyó el joven abriendo bien los ojos para descubrir que los rayos de luna transformaron su mueble en un pasaje a otra existencia. Bruno tomó del brazo a Noelia, la jaló fuera del edificio y corrió con ella hasta su casa.

Luego que entraron al cuarto, el joven encendió la computadora y escribió un mensaje mandándoselo a su propio correo. Él creía que, así como el espejo ante la luna llena, la máquina y el espacio virtual le servirían de portal para comunicarse con el otro lado. Obviamente, Noelia no entendía nada. Mas bien se sentía asustada de verlo tan ansioso.

“¿Está todo bien?”, le preguntó cuando él terminó de escribir. “Ahora todo estará bien”, y Bruno la abrazó con fuerza. Sintió entonces una calidez sobre sus hombros: Noelia estaba llorando. Él le acarició el pelo y, mientras más la miraba, más sentía esa conexión. No se contuvo y la besó… y no fue decepcionado porque ella también le correspondió.

Una vez que separaron sus labios, las sonrisas cómplices se esbozaron, pero el momento feliz no duró mucho. Bruno A se acercó a la computadora y descubrió un nuevo mensaje: “Ya no volverás. Es ahora mi tiempo y mi espacio, y no lo podrás cambiar”. “Eso está por verse”, dijo con una mueca de disgusto mientras cerraba la sesión…

(continúa)

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