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Hoy cabalga por el campo
el caballero de armadura
para enfrentar a su enemigo,
una criatura de vil calaña.
Lo anima una promesa,
la que ha hecho a su amada,
la doncella constantina
que ilumina sus mañanas.
Su misión ha cumplido,
el animal ha fenecido,
vuelve el corcel hacia la ruta
que lo dirija hacia su dama.
Mas el camino le consume
las convicciones afiladas,
pierde la armadura oxidada
y el sentimiento de su alma.
A pecho descubierto se presenta
el joven ante su amada,
que lo abraza y lo mima
esperando similar respuesta.
Pero la ilusión del caballero
ya murió en el trayecto.
Da la espalda y abandona
el suntuoso aposento.
De nada sirven ahora
los lamentos de su dama:
el caballero cabalga de nuevo,
en dirección hacia la nada.