[Advertencia: Esta reflexión fue escrita antes del día miércoles por lo cual no recoge los sentimientos encontrados del articulista sobre el partido de anoche. Sin embargo, su preocupación sigue válida sea cual fuere el resultado de ayer.]
“La improvisación, uno; el trabajo, tres”. Con esta demoledora frase, el periodista deportivo Eddie Fleischmann extendió el tácito certificado de defunción de nuestra chance al mundial de fútbol Sudáfrica 2010, y reflejó el comprensible malestar de todo un país que tuvo que admitir que se creyó el cuento de los vendedores de humo profesionales que se hacen llamar “dirigentes deportivos”; personajes impresentables que, para variar, otra vez hicieron y deshicieron este mal llamado “proceso”.
La rabia de la hinchada fue clamorosamente interpretada por las dos irreproducibles groserías del comentarista futbolero Gonzalo Núñez, y no es para menos. Era el partido ante el clásico rival, el que de ningún modo se podía perder, pero ocurrió lo previsible: el equipo dirigido por Bielsa, que tendrá tres o cuatro talentosos pero tiene a todos sus jugadores aplicados a una idea de juego, derrotó al seleccionado patrio y con baile incluido, mirando siempre al arco y sin caer en la provocación ni el juego brusco.
Ahora viene el partido con Brasil y todos, incluido el siempre crítico Philip Butters, sostienen que los once de Chemo del Solar van a ser humillados y se traerán una goleada de proporciones impensables. Lo cierto es que en los últimos enfrentamientos sólo se han dado dos resultados posibles: empate a uno y derrota por la mínima. Sucedió en los torneos clasificatorios a Corea Japón 2002 y Alemania 2006. El empate en el Monumental del 2007 me hace por lógica deducir que en Porto Alegre -vaya ironía- los nuestros sumarán su cuarta derrota consecutiva.
Dejando de lado el match del miércoles, lo que viene para el futuro es, simplemente, trabajo duro: contar con dirigentes que verdaderamente sepan de la cuestión fútbol, formar jóvenes deportistas tanto en los fundamentos técnicos como en los aspectos nutricional y del comportamiento, reformar los clubes profesionales y dotarlos de reales divisiones de menores. Recién a partir de allí, contratar a un entrenador capaz, seguro de que los resultados caerán por su propio peso porque cuenta con material humano y organización e infraestructura deportiva de primer nivel.
Hace cerca de 400 años, Calderón de la Barca, a través de su personaje Segismundo, decía “que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”: sí, claro que tenemos derecho a ilusionarnos pero no lo hay a que nos engañen con descaro. 27 años soñando una fantasía que no se vuelve realidad: hoy nos toca despertar, y comenzar a trabajar.