(viene del capítulo anterior)
Una semana después, Memo se siente mejor adaptado a la oficina. Quizá lo raro es la frialdad con la que lo tratan los otros integrantes de la empresa. Pero entiende que no hay por qué preocuparse tanto. “La primera semana es así, de desconfianza”, se dice a sí mismo intentando encontrarle el sentido.
Estaba ordenando algunos recortes de destinos turísticos a donde lo enviarán prontamente, cuando recibe una llamada de Gerardo. Se apresta a saludarlo y decirle que ya se deben un par de tragos. “Cómo me gustaría amigo, pero estoy medio enfermo. Igual te anoto la palabra”, dijo Gerardo con voz débil.
Memo le preguntó si era algo grave pero su amigo señaló que sólo se trataba de un resfriado. Le pidió que se cuidara y quedaron para otro día. En ese momento, Aníbal salió de su oficina y le pasó la voz. Una vez frente a su jefe, Memo le preguntó qué encargo le pediría. “Vamos a viajar mañana. Hay un trato que cerrar en Europa”, dijo Aníbal con una sonrisa convincente.
(continuará)