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Quisiera tener permiso
para dichas tres palabras
expresarme con nobleza,
y para abrazarte fuertemente.
Me gustaría tener prudencia
para hablarte en un momento
de aquello que he vivido
y para administrar los silencios
de aquello que he sufrido.
En fin, yo pediría
dos minutos a tu lado,
pero hoy ya no puedo,
hoy mi mente no me deja.
Porque el tiempo de indiferencia
me ha acogido con cariño,
una vida de soltería
que hace olvidar tu ausencia.