El rey Azul (capítulo ocho)

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(viene del capítulo anterior)

La noche le fue inexplicablemente tensa para el rey. Eduardo nunca antes imaginó que Azul llegaría al extremo de matar a un súbdito de su corte. Se paso la noche paseando por su aposento hasta que el cansancio lo venció y se quedó dormido. No tardó en venir un sueño a su cerebro. Se veía a sí mismo cabalgando por el prado muy rápidamente.

No podía decir con certeza si persigue o es perseguido, hasta que su caballo se encabrita. Pierde el equilibrio y cae al verde pasto que cubre el llano. Siente brotar de su cabeza la sangre que emana. Está presto a recuperarse cuando un hombre desconocido lo ataca con una espada. Intenta defenderse pero es golpeado con mucha fuerza.

El rey extiende su mano para alcanzar al desconocido, quien alza su espada y dice: “Un solo gemelo”. La espada cae sobre Eduardo, quien despierta sobresaltado de su sueño. El rey recobra el aliento mientras se da cuenta que aún sigue en su aposento. La mañana empieza a apoderarse del recinto.

Petreos entra presuroso en el lugar, disculpándose por entrar así de no ser por los gritos que el rey lanzó en el sueño. “Mi señor, ¿qué sucedió?”, fue lo primero que preguntó el líder del ejército. “Fue un grito de guerra: hoy escribiremos una nueva historia”, señaló Eduardo y le pidió a sus vasallos que lo alisten para la batalla.

(continúa)

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