A casi dos semanas de iniciado el conflicto entre Israel y Hamas en la Franja de Gaza, la cifra de muertos y heridos se incrementó a 700 y 3,000 personas, respectivamente. Lo que en un inicio parecía ser un acto de represalia israelí contra lanzamiento de los misiles Qassam, por parte del movimiento islamista, ha degenerado ya en un desproporcionado uso de la fuerza militar que, como últimos resultados, ha dividido la franja en dos y ha incrementado la escalada de violencia en el combate cuerpo a cuerpo.
En los últimos días, sin embargo, parece abierto una luz de esperanza. El presidente egipcio Hosni Mubarak, secundado por su par francés Nicolás Sarkozy, ha presentado un plan de alto al fuego durante un tiempo limitado, básicamente con el fin de habilitar corredores para la ayuda humanitaria. El primer ministro israelí Ehud Olmert ha recibido el plan con prudencia, señalando que se hace necesario un acuerdo que ponga fin al contrabando de armas. Por su parte, Hamas lo ha juzgado con reservas, pues espera que no conduzca a una situación de “tómalo o déjalo”.
Mientras tanto, las protestas en todo el mundo no se hacen esperar. En América Latina, para no ir más lejos, se han organizado manifestaciones a favor del pueblo palestino y muchos mandatarios han concordado en expresar su rechazo a la violencia que se registra en la zona, y que se pueda lograr un pronto cese de las hostilidades.
Visto el escenario, la pregunta es la siguiente: