(viene del capítulo anterior)
Alfredo entró en la habitación y corrió hasta Alonso. “¡Hijo, hijo!”, exclamó el padre con desesperación al ver al niño tan pálido. “Ve y tráeme un poco de agua en un vaso”, le dijo un cansado Yarek. Como no le hiciera caso, el viejo tuvo que gritarle para que reaccionara Alfredo.
El hombre salió y se dirigió hacia la cocina donde sirvió un vaso con agua y se lo llevó hasta la habitación. Una vez en sus manos, Yarek pronunció una letanía en su idioma nativo y le devolvió el vaso al padre. “Dale que beba un par de sorbos”, afirmó el juguetero aún sentado en el piso.
Alfredo recostó la cabeza de su hijo en su mano y con la otra le dio de beber los dos sorbos de agua. Alonso recuperó la vivacidad en su piel y, unos segundos después, abrió sus ojos. “Estás aquí papá”, habló el niño y lo abrazó con mucha fuerza. Él también lo abrazó y dejó caer algunas lágrimas. Viendo la escena, Yarek recordó algo y salió fuera de allí.
(continúa)