Confesión a Jenny

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Parecía otro día normal en el chat. La conversación se desarrolló fluida hasta el momento en que le habló de su requerimiento: él se sorprendió que su amigo le pidiera algo como eso, mas no quiso cuestionarlo. Le dijo que lo haría.

Un rato más tarde, empieza a preguntarse por la causa del pedido.

– Esto no tiene sentido. Ni siquiera la ha visto o se ha contactado con frecuencia con Jenny, no encuentro la lógica. ¿Será cierto que…? ¿O alguien más está interesado en ella?

Con más dudas que certezas, y una teoría rondando su cabeza, él cree que es necesario plantearle la interrogante a Jenny, mas no sabe ni cómo decirlo. A pesar de eso, trata de imaginar los posibles escenarios para que su solución sea factible.

Decidí ir a su colegio, aún cuando sabía que ella estaba en época de exámenes. Me acerqué para platicarle durante el break, pero la lectura de no-se-qué-materia la tenía un poco angustiada. Con sutileza, opiné que era mejor vernos a la salida para no tener molestias. Estuvimos de acuerdo, pero así no fue.

Mientras anochecía, esperaba que saliera. Como supuse, se apareció con algunos amigos; apenas me vió, me hizo una seña para que la siguiera: así lo hice, aunque guardando la distancia para que nadie sospechara. Observé como se despedía de ellos en el primer paradero y continuaba su camino. Fue entonces que aceleré el paso, y la alcancé para plantearle el “grave” asunto. No he podido explicarme por qué en ese momento volteé la cabeza y miré, pasmado, que su bus se acercaba. “Oh, no”, exclamé. “Oh, sí”, replicó Jenny.

Me preguntó si iría con ella, pero no tenía mucho dinero. Nos despedimos y miré el reloj: inconcebible creer que el bus llegara media hora antes.

– No tiene sentido algo así. ¿Qué rayos pasó?

Mis sospechas se esclarecieron en poco tiempo. Tuve la claridad para creer que sólo debía exponerle la pregunta y no evitar que entráramos en una situación comprometida. Había intentado desafiar aquel futuro, siendo sorprendido por una situación fácil de prever que no tomé en cuenta. Parecía como si las fuerzas del caos me hubieran escogido como la persona que produciría una tragedia: una tragedia que no está en mis manos controlar.

Sintiéndose derrotado, llega a su casa y piensa acabar con todo. Él sale y se dirige a un teléfono público. Mientras descuelga el fono, piensa si pudo haber actuado de un modo mejor.

– Hola… Bien… Sabes, quería decirte que…

(29-04-2004)

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